Durante el embarazo se producen una serie de cambios fisiológicos que hacen que se incrementen los requerimientos de agua. Una correcta hidratación durante el embarazo, sobre todo en los meses calurosos, alivia algunos de los malestares más comunes, como el estreñimiento y las infecciones de orina. Se recomienda beber 300 mililitros de agua diarios respecto a la ingesta habitual, y beber agua antes de tener sensación de sed, de esta manera se asegurará un óptimo estado de su salud y la del bebé. En el embarazo, la lactancia y la primera infancia se sugiere consumir las de mineralización débil (bajo nivel de sodio y con niveles adecuados de calcio, magnesio y flúor)
Dos litros es la cantidad de líquido que pierde el organismo cada día. Beber la misma cantidad, que equivale a ocho vasos, ayuda a hidratar el organismo y hacer que funcione mejor. Si la sangre está más diluida, los nutrientes se distribuyen de un modo óptimo, aumenta la cantidad de orina y ello ayuda a eliminar toxinas. El agua en el embarazo es fundamental para aumentar el volumen plasmático y mantener la cantidad de líquido amniótico y un correcto desarrollo fetal.
El agua facilita el transporte de nutrientes hacia el torrente sanguíneo del feto y su distribución por todo el organismo. Ayuda a la embarazada en muchos aspectos de su vida diaria como combatir el estreñimiento, prevenir la acidez, depurar toxinas… En definitiva, el agua es obligatoria y, además, muy recomendable para nuestra salud y la de nuestro futuro bebé.
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