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vía MEDICINA de Abel.desestress@gmail.com (Abel Desestress) el 1/04/09
Investigadores del Colegio de Medicina Albert Einstein en Nueva York (Estados Unidos) han descubierto un proceso que controla la cantidad de grasa que almacenan las células para utilizarla como fuente de energía de emergencia.
Según los autores, la interrupción de este proceso permite a la grasa celular acumularse, un factor clave en las enfermedades metabólicas asociadas a la edad como la obesidad y la diabetes tipo 2.
El descubrimiento, que se publica en la edición digital de la revista 'Nature', podría conducir al desarrollo de nuevos fármacos para el tratamiento del síndrome metabólico, caracterizado por la obesidad, los trastornos de los lípidos en sangre y la resistencia a la insulina, y de una enfermedad común del hígado llamada 'hígado graso' o esteatohepatitis.
La esteatohepatitis no alcohólica (EHNA) es una enfermedad del hígado que a menudo no produce síntomas y que aunque es parecida a la que produce el alcoholismo se da en personas que no consumen alcohol.
Todas las células almacenan lípidos, un tipo de grasa, en forma de pequeñas gotas que se pueden descomponer cuando se necesita energía. En situaciones de consumo excesivo de alimentos o en ciertas enfermedades como la diabetes o la obesidad, estas gotas de lípidos se vuelven tan grandes que interfieren con el funcionamiento normal de la célula.
Según explica Mark Czaja, codirector del trabajo, "en este estudio descubrimos que la cantidad de grasa almacenada en estas gotas de lípidos intracelulares se controla por autofagia, un proceso hasta ahora conocido por ayudar en la digestión y reciclaje de las estructuras celulares dañadas".
La autofagia la realizan los lisosomas, que funcionan como un centro de reciclaje de la célula. En estudios sobre las células hepáticas en cultivo y en animales vivos, el equipo de Czaja descubrió que los lisosomas hacen algo que no se había observado antes: eliminan continuamente porciones de las gotas de lípidos y las procesan para producir energía.
"Cuando la comida es escasa, la autofagia se vuelve la principal fuente de energía para las células y este proceso de digestión de gotas de lípidos se acelera. Si la autofagia se ralentiza, como sucede con el envejecimiento, las gotas de lípidos almacenadas en las células siguen aumentando y finalmente se vuelven tan grandes que no pueden ser degradadas", apunta Ana María Cuervo, coautora del estudio junto a Czaja.
La ralentización del control de la grasa parece desencadenar un ciclo vicioso en el que el agrandamiento de las gotas de grasa deteriora la autofagia, permitiendo que se acumule más grasa y contribuyendo al desarrollo de enfermedades como la diabetes. Los investigadores descubrieron que las terapias dirigidas a ayudar a la autofagia a funcionar de forma más eficiente podrían prevenir la enfermedad al mantener las gotas de lípidos bajo control
Según los autores, la interrupción de este proceso permite a la grasa celular acumularse, un factor clave en las enfermedades metabólicas asociadas a la edad como la obesidad y la diabetes tipo 2.
El descubrimiento, que se publica en la edición digital de la revista 'Nature', podría conducir al desarrollo de nuevos fármacos para el tratamiento del síndrome metabólico, caracterizado por la obesidad, los trastornos de los lípidos en sangre y la resistencia a la insulina, y de una enfermedad común del hígado llamada 'hígado graso' o esteatohepatitis.
La esteatohepatitis no alcohólica (EHNA) es una enfermedad del hígado que a menudo no produce síntomas y que aunque es parecida a la que produce el alcoholismo se da en personas que no consumen alcohol.
Todas las células almacenan lípidos, un tipo de grasa, en forma de pequeñas gotas que se pueden descomponer cuando se necesita energía. En situaciones de consumo excesivo de alimentos o en ciertas enfermedades como la diabetes o la obesidad, estas gotas de lípidos se vuelven tan grandes que interfieren con el funcionamiento normal de la célula.
Según explica Mark Czaja, codirector del trabajo, "en este estudio descubrimos que la cantidad de grasa almacenada en estas gotas de lípidos intracelulares se controla por autofagia, un proceso hasta ahora conocido por ayudar en la digestión y reciclaje de las estructuras celulares dañadas".
La autofagia la realizan los lisosomas, que funcionan como un centro de reciclaje de la célula. En estudios sobre las células hepáticas en cultivo y en animales vivos, el equipo de Czaja descubrió que los lisosomas hacen algo que no se había observado antes: eliminan continuamente porciones de las gotas de lípidos y las procesan para producir energía.
"Cuando la comida es escasa, la autofagia se vuelve la principal fuente de energía para las células y este proceso de digestión de gotas de lípidos se acelera. Si la autofagia se ralentiza, como sucede con el envejecimiento, las gotas de lípidos almacenadas en las células siguen aumentando y finalmente se vuelven tan grandes que no pueden ser degradadas", apunta Ana María Cuervo, coautora del estudio junto a Czaja.
La ralentización del control de la grasa parece desencadenar un ciclo vicioso en el que el agrandamiento de las gotas de grasa deteriora la autofagia, permitiendo que se acumule más grasa y contribuyendo al desarrollo de enfermedades como la diabetes. Los investigadores descubrieron que las terapias dirigidas a ayudar a la autofagia a funcionar de forma más eficiente podrían prevenir la enfermedad al mantener las gotas de lípidos bajo control
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