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ESCUELA PARA PADRES
El peligro del primer cigarro de marihuana, explicado a los hijos
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El objetivo principal de los narcotraficantes es que los adolescentes fumen el primer cigarrillo de marihuana, pues saben que regalar los primeros cigarros de marihuana es la acción de marketing más barata y eficaz, es una buena estrategia de promoción, publicidad, aumento de consumo y consolidación de mercados. Según demuestran las estadísticas, los adolescentes que prueban la marihuana, un tanto por ciento muy elevado de ellos, se quedarán enganchados a la marihuana para siempre. Después irán pasando a las drogas más perniciosas y de precio más alto, como la cocaína, heroína, crack, anfetaminas. También saben que la marihuana es el puente hacia la drogadicción total, y que una vez pasado ese sencillo puente es casi imposible retornar a la normalidad. Por eso no escatiman medios en ofrecerlo gratuitamente al segmento social, económico y etnográfico escogido como posibles clientes. Esos primeros cigarrillos son las muestras que los narcotraficantes entregan a los camellos o revendedores para que empiecen a conseguir nuevos clientes. Si lo hacen bien, les ascienden a distribuidores.
En un estudio realizado entre los adolescentes que consumieron su primer cigarro de marihuana, las principales respuestas obtenidas, puestas en orden alfabético, son las que se indican a continuación, aunque difieran ligeramente en cantidad y prioridad según el área geográfica, grupo social, económico, educativo, edad, etc.
- Porque a mi no me va a pasar nada, se controlarme.
- Porque creía que nunca seria descubierto por mis padres y maestros y que sabría disimular el haberla fumado
- Porque dicen que produce otras sensaciones diferentes al tabaco que ya fumo cuando tomo alcohol.
- Porque dicen que te convierte en el más poderoso de los amigos, en el invencible, en el que lo que no puedes hacer por meritos o esfuerzos propios, lo haces fácilmente con la ayuda de la marihuana.
- Porque es gratis, me la han regalado.
- Porque es moderno hacerlo.
- Porque es muy barato y me puedo gastar ese dinero en algo diferente a lo que hasta ahora he hecho.
- Porque es un ritual de iniciación para pertenecer a un determinado grupo de amigos en la escuela o la universidad.
- Porque lo hago ante los amigos como una broma sin importancia.
- Porque me aleja de la realidad que no quiero ver ni admitir y quiero olvidarla.
- Porque me disminuye el control mental y me atrevo a hacer cosas que sin el cigarro de marihuana no las haría.
- Porque me hace sentirme fuerte.
- Porque me hace sentirme mayor.
- Porque me hace sentirme rebelde e independiente de las opiniones de mis padres.
- Porque mi padre fuma mucho y estoy acostumbrado a verle echar humo. Porque lo hacen mis hermanos mayores y otros amigos.
- Porque no es para tanto lo que dicen sobre los males que acarrea.
- Porque no supe decir que no.
- Porque no tuve argumentos para enfrentarme ni contradecir a quienes me lo ofrecían.
- Porque otros del grupo se quedan mas inhibidos y no se atreven. Yo si me atrevo.
- Porque se reparte muy bien entre varios amigos y no me importa la posibilidad de contagio bucal de otras enfermedades.
- Porque te hace más hombre delante de las amigas y de los amigos.
- Porque todos mis amigos lo hacen y no quiero ser menos que ellos.
Los padres tienen que preparar muy bien a sus hijos para que sepan enfrentarse a estas situaciones cuando les ofrecen el primer cigarro de marihuana o cuando deciden y a comprarlo o a pedirlo. Si no están bien entrenados en las respuestas convenientes es muy probable que ya con el primer cigarro de marihuana empiecen una cuesta debajo de muy difícil solución.
El primer cigarro de marihuana supone entrar voluntariamente en el rebaño de los jóvenes perdedores y a ese rebaño lo saben dirigir bien y explotar al máximo sus pastores llamados narcotraficantes. El que entra ahí tiene muy pocas posibilidades reales de salir, como sucede a los que entran en las maras o pandillas callejeras. Es la puerta de entrada al infierno del consumo de drogas, casi siempre sin retorno a la normalidad y en su caso con gravísimas consecuencias, heridas y cicatrices difícilmente recuperables.
No hay una buena o menos mala edad para fumar marihuana, pero la peor de todas es durante el periodo de la adolescencia, cuando ni el cerebro ni la mente están formadas lo suficiente como saber lo que se hace, como se hace y las consecuencias que eso conlleva.
Desgraciadamente la marihuana es una de las drogas más consumidas por los adolescentes por su gran disponibilidad, fácil adquisición, bajo precio y porque su consumo y comercialización está muy poco perseguida por la policía y por la sociedad. Aunque científicamente se ha comprobado, principalmente en el cerebro de los adolescentes que está todavía en formación, que los graves y nocivos efectos, inmediatos y futuros del consumo de la marihuana, influyen negativamente sobre las habilidades cerebrales y sobre la salud. Altera y retrasa negativamente el proceso normal de maduración de la conducta, trastorna para siempre los patrones emocionales, la memoria y capacidad de aprendizaje, aumenta los síntomas depresivos, conlleva una muy alta posibilidad de desarrollar la esquizofrenia y provoca taquicardia y riesgo de infarto. Lo mas grave de todo es que los residuos de la marihuana se fijan en los órganos internos del cuerpo humano, llegando incluso a atrofiarlos.
Socialmente es una lacra que azota con mayor fuerza a determinados segmentos de la población. Muchos adolescentes entran en la espiral del más consumo, más necesito. Mas necesito, mayor precio tengo que pagar por la marihuana o por las otras drogas a las que ha sido arrastrado.
Los padres tienen que hacer un análisis en profundidad de en qué han fallado como padres o como entorno familiar, escolar o de amistades, cuando descubren que uno de sus hijos ha fumado marihuana. Esa actividad no llega de repente. Seguro que ha tenido un proceso que los padres no se han dado cuenta, porque no han estado vigilantes y muy alertas sobre lo que sucedía con sus hijos. Quizás porque no se han preocupado mucho de sus hijos o no han puesto en marcha todos los mecanismos de información y canales de comunicación que continuamente tienen estar completamente activados, según comento en otros artículos relacionados.
Los padres tienen que saber que cuando un hijo empieza a fumar marihuana es señal que anteriormente han sucedido una serie de situaciones graves que le han permitido descender un peldaño de la escalera hacia esa situación grave y prácticamente irreversible. Ningún adolescente empieza fumando marihuana, comienzan con otras cosas mucho más sencillas aparentemente, pero que siempre emiten señales inequívocas de alarma. Alarma que muchas veces los padres no han querido, no han sabido o no podido captar. Seguramente empezó con malas compañías, continuó con el tabaco y el alcohol y toda la cohorte de tatuajes, piercings, sexo, ropas llamativas negativamente, desobediencias, salidas intempestivas, bajos resultados académicos, amigos especiales, etc.
Los padres cuando se dan cuenta que el hijo ha fumado o fuma marihuana, tienen que obtener la máxima información posible, procesarla y sacar conclusiones concretas sobre sus idas y venidas, horarios, amigos que frecuenta, tipo de familia de estos amigos, manejo de dinero obtenido fuera del hogar, calidad y cantidad de efectos personales que tiene, situación física y de salud, resultados escolares, etc.
Con la información obtenida y perfectamente procesada, deberán dialogar con su hijo de forma serena y privada, sobre los motivos y situaciones que le han llevado a esa grave decisión de fumar marihuana. Tratando de darle los mejores consejos posibles, sin ocultar la firmeza de las decisiones que pudieran ocurrir en caso de que hubiera una continuidad en su actitud. Al mismo tiempo deberá pedir consejo a los especialistas en esta materia. Los mejores, más realistas y con más éxitos probados son los sacerdotes, pastores, rabinos o imanes, según la religión que cada uno profese. También tienen que pedir consejo a esos mismos especialistas para que le enseñen a analizarse y a examinar los propios errores cometidos, para proponerse cambiar de actitud y así poder manejar la situación de los motivos por los que los hijos empiezan a fumar marihuana.
Los padres tienen que actuar pensando que la solución al problema de su hijo no pasa por ser poco o muy autoritarios. Tienen que ser rectos en sus ideas y actitudes teniendo muy presente que hay cosas de los hijos que no son negociables. Si dicen que si, tiene que ser que si, y si dice que no, tiene que ser que no. Esta actitud de los padres es fundamental para influir en la decisión de su hijo y así poder sacarlo de esa adicción o vicio de la marihuana.
No es el momento de que los padres se empiecen a echar culpas uno a otro, sobre si el hijo está mal educado, consentido o confundido con lo que tiene que hacer, debe hacer y lo que quiere hacer. Es el momento de tomar decisiones por muy graves y dolorosas que sean. Si los padres no toman las decisiones adecuadas en el momento preciso, otros lo harán por ellos con las graves consecuencias que eso conlleva. Después ya será tarde para vanas lamentaciones.
Los padres tienen que aprovechar el tiempo en el que su hijo todavía esté bajo su patria potestad, que si bien conlleva autoridad, también conlleva responsabilidad civil económica. Si el hijo comete un delito con repercusiones económicas, los padres son los primeros responsables civilmente. Ahí no valen las excusas del "yo no sabia".
Para los padres cada vez es más difícil enseñarles a los hijos que son los padres los que tienen que ejercer su autoridad en beneficio exclusivo de los hijos. Cuando un hijo adolescente hace lo que quiere en contra de la voluntad de los padres, es muy peligroso que trascienda fuera de las personas que no sean muy profesionales en modificar conductas juveniles. Si los padres lo cuentan a sus familiares o amigos bien formados, se les van a echar encima criticándoles por no saber, no querer o no poder educar a un hijo adolescente y estar creándole un problema grave a plazo corto o medio.
En un hijo de adolescente no puede haber comportamientos incontrolables como el de fumar marihuana. Lo que hay son padres que no saben educar ni controlar a los hijos. Los hijos suelen saber o creer, que no les va a pasar nada con esa actitud, pues hasta ese momento les han salido bien las cosas sencillas que no tienen graves repercusiones y por esa razón seguirán queriendo hacer lo que consideren que les apetece, hasta que un día tengan un disgusto y después vendrán los lloros de los padres por no haberles educado con la firmeza y el amor que se merece.
No puedo recomendar a los padres que a los hijos adolescentes les den unos "cachetes, nalgadas o zarandeos" porque en este país me llevarían a la cárcel, aunque sin abusos, sea la mejor medicina juvenil recetada y probada durante siglos. Pero si tengo que recomendar que los padres tienen que ser muy firmes a la hora del cumplimiento de los castigos justificados. Los padres tienen que hacerle comprender al hijo adolescente "por la razón o por la fuerza" que en la casa familiar hay una autoridad representada por los padres y unas normas de obediencia que los hijos tienen que cumplir para que, entre otras cosas muy importantes, los hijos se eduquen dentro de un orden.
Da lo mismo que los castigos los imponga el padre o la madre, lo importante es que haya una total conexión entre los padres y que tengan unidad de criterio en la cantidad, calidad y tiempo de la falta, para que el castigo esté de acuerdo. Los padres no deben hacer como el policía bueno y el policía malo, pues el hijo se enterará enseguida y les manipulará. Tienen que tener en cuenta que lo que hagan o no hagan con sus hijos adolescentes va a repercutir en el ejemplo hacia sus otros hermanos, primos, amigos y futura descendencia.
Los padres que no han tomado las medidas adecuadas para prevenir o frenar la situación del consumo de drogas y reconducir las actuaciones por los caminos de la buena educación, todavía están a tiempo de hacer las correcciones, pues el fumar marihuana es un segundo o tercer peldaño de la escalera que ya han bajado y que conduce al abismo del fracaso familiar, económico, moral y social. Cuanto más abajo caiga, más difícil será retornar y más grave las consecuencias.
Lo más importante es profundizar el dialogo con los hijos y hacerles ver el grave problema donde se han metido y el poco tiempo que les queda para que ellos sean los únicos responsable de su perdición. Mientras tengan menos de 18 años las responsabilidades civiles serán de sus padres, pero los daños físicos, morales, mentales y sociales serán exclusivamente de ellos. En cuanto cumplan 18 años todo lo que hagan será de su completa responsabilidad, aunque el disgusto sea compartido con sus padres, hermanos y familiares. La sociedad no acepta a los perdedores y el fumador de marihuana es uno de esos perdedores. Mientras los hijos sean menores de edad los padres tienen que sacarles del vicio de fumar marihuana, empleando todos los medios posibles, después será mucho más difícil o casi imposible.
La tolerancia cero se aplica en casi todas las ciudades e instituciones cuando el adolescente es descubierto por la policía, maestros o administradores escolares con marihuana o consumiéndola. Ese u otro mal comportamiento similar le mete en un grave problema, pues automáticamente entra en una cadena de castigos y situaciones peligrosas que en otro artículo comentaré. En la escuela ni en la posible futura universidad, ni en los trabajos admiten a los fumadores de marihuana. Muy pocos maestros les escriben cartas de recomendación imprescindibles para poder solicitar el ingreso en la universidad. Los maestros no toman a la ligera los malos actos pequeños o grandes de los alumnos, máxime si están relacionados con las drogas, si lo ocultan se meten en un problema legal. Enseguida toman acciones disciplinarias, que se convierten en irreversibles para el futuro de los alumnos.
El primer cigarro de marihuana conlleva el peligro de aficionarse a utilizarla en sus múltiples usos y a tener que aumentar continuamente la dosis de consumo. Para conseguir gratuitamente o a un menor precio la marihuana, los narcotraficantes ofrecen a los adictos numerosas alternativas ilegales que en principio parecen muy fáciles pero siempre tienen consecuencias graves, que los principiantes y adictos no quieren ver. Les proponen transportarla, distribuirla o venderla pagándoles en especie a un precio muy inferior al del mercado para que obtengan grandes beneficios y puedan consumirla sin preocuparse por el costo. Cada vez es mayor el número de jóvenes enganchados en las drogas que se ven obligados, para poder satisfacer su propio consumo, a hacer de "camellos" de marihuana u otras drogas, transportándolas o vendiéndolas.
A los adictos a las drogas o a personas honradas les ofrecen trabajos en otras actividades excesivamente bien pagados y aparentemente legales. Al final son utilizados para trasportar drogas. Si les descubre la policía, no les vale declarar que no conocían que detrás de esa bicoca de trabajo, sencillo y muy bien pagado, había una actividad delictiva. Es muy difícil demostrar ignorancia cuando las evidencias en su contra son muy grandes.
También hay personas honradas que son secuestradas, amenazadas y chantajeadas, ellas o sus familiares, y obligadas a transportar drogas nacional o internacionalmente, bajo la amenaza de asesinar a sus familiares si no hacen de "camellos".
Al liberalizarse o despenalizarse el consumo, transporte y venta de la marihuana en la mayoría de los casos, especialmente en los que se utiliza para fines medicinales, existen más posibilidades que los narcotraficantes aumenten la presión sobre los grupos sociales que quieran atraer hacia su mercado. Por eso los adolescentes tienen que estar más alertas que nunca pues los narcotraficantes están ideando continuamente nuevas estrategias para conseguir clientes adictos y la más eficaz para ellos es la del cigarro de marihuana entregado gratuitamente
Si tiene algún comentario, por favor escriba a francisco@micumbre.com
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