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miércoles, 15 de abril de 2009

Cómo controlar el peso de nuestras emociones



 
 

Enviado por Gonzonet a través de Google Reader:

 
 


Ayer comentábamos sobre el efecto que pueden tener nuestras emociones sobre el peso corporal. Aprendimos que si queremos cuidar nuestro cuerpo, nuestra parte física, no hay nada tan efectivo como cuidar la mente. Pero qué podemos hacer, cómo podemos controlar el peso de nuestras emociones.

¿Qué hacer para no acumular esos kilos que vienen del alma?

Puedes empezar por buscar tiempo para no hacer nada. Así es, ocio y descanso total. La mente necesita momentos de tranquilidad para poder disfrutar del cielo, el mar, los árboles o los pájaros. Tiempo para observar todo lo que está a nuestro alrededor. Cuando nos detenemos a contemplar con serenidad la vida, percibimos la agradable sensación de que alguna cosa esencial fluye sin nuestra intervención. Es en esos momentos cuando se recobran fuerzas para seguir.

El sosiego también va unido a la capacidad de afrontar activamente cualquier situación que nos angustie. De nada sirve esconder la cabeza debajo del ala. Aunque nos parezca que un pequeño cambio de actitud no tiene ningún efecto, no es así. Numerosos estudios científicos demuestran que existe una clara relación entre la liberación de benzodiazepinas endógenas (unas sustancias relajantes que segrega nuestro organismo) y una respuesta de enfrentamiento a los problemas. En definitiva, se trata de dar un paso adelante hacia un lugar de nuestra mente llamado posibilidad.

En el aspecto más emocional, recibir un abrazo de un ser querido, que dure más de veinte segundos, también ayuda. Según la neuropsiquiatra de la Universidad de California, Louann Brizendine, el contacto y las caricias disparan los circuitos cerebrales de confianza al liberarse hormonas como la oxitocina (hormona vinculada también al momento del parto).

También podemos modificar la tristeza intentando cambiar nuestra expresión. Sabemos que las emociones se nos reflejan en la cara, pero no somos tan conscientes de que podemos provocar el mismo efecto a la inversa. Cambios de nuestra expresión facial retroalimentan nuestras emociones. Por tanto, intentar sonreír no solo era un consejo de nuestros padres cuando, de pequeños, estábamos tristes, sino que es una apuesta neurológica para disminuir la angustia.

Otras cosas que podemos hacer son:

- Procurarse una alimentación que contenga nutrientes para la mente.

- Cuando estemos nerviosos, la respuesta es caminar.

- Utilizar el olfato. El aroma del café recién hecho, el del pan recién horneado, el de una taza de chocolate… para recordar que estamos en casa, un lugar donde generalmente nos sentimos resguardados y protegidos.

- Tomar una ducha a media tarde.

- Reflexionar.

Apostar por todas aquellas medidas o actividades que nos ayuden a conseguir paz interior, sin duda nos ayudará a adelgazar. La tranquilidad de espíritu permitirá que el hipotálamo dé las órdenes oportunas para que las células de grasa no se alimenten con nuestra tristeza.

Fuente: Mente sana, Nro. 46, pág. 82-87.


 
 

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