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martes, 14 de abril de 2009

El peso de nuestras emociones



 
 

Enviado por Gonzonet a través de Google Reader:

 
 


Aunque suene extraño, hay kilos que vienen del alma. El malestar y la tristeza también pesan, por eso es importante cuidar nuestra mente si queremos que la báscula no marque el peso de las emociones negativas. El primer paso es buscar ese lugar interior que nos proporciona equilibrio y la oportunidad de ser felices.

Cuando estamos tristes o en aquellos casos en los que la situación a la que nos enfrentamos es realmente estresante, en nuestro cuerpo se genera una respuesta biológica neuroendocrina que prepara a nuestro organismo para luchar o resistir. Cuando una lágrima se desliza por nuestra mejilla, por ejemplo, se liberan tres hormonas: la adrenalina, la noradrenalina y el cortisol. Esta última sustancia, el cortisol, es una hormona involucrada principalmente en los procesos de estrés crónico, esas etapas de la vida en las que el sufrimiento parece no terminar nunca y en las que no entendemos de dónde sacamos las fuerzas para seguir adelante. Esta hormona, en principio buena y necesaria, es en parte la responsable de que nuestras neuronas sigan recibiendo carburante para no desfallecer y que no perdamos la capacidad de reacción. No obstante, una tasa de cortisol elevada y que se prolongue durante mucho tiempo crea perturbaciones en el cuerpo y en la mente. Una de ellas es el aumento de peso repentino, el que percibimos un día en la báscula incluso tras haber comido menos de lo habitual.

Las células de grasa no se quedan al margen del dolor ni de la felicidad. Una época complicada puede intensificar nuestras incursiones en la nevera en busca de alimentos para el alma -aunque a nosotros nos parezca que es el cuerpo el que nos pide unas galletas-. Son aquellas tardes que pasamos en un continuo ir y venir hacia y desde la cocina, sin que nada consiga saciar aquel vacío que viene de un recuerdo, de un desprecio, de un desamor o de un hijo enfermo. Lo cierto es que hay kilos que suben a la báscula en épocas de sufrimiento y, para poder perderlos, no es suficiente con un plato de lechuga. La respuesta adecuada proviene de un lugar de la mente, claro y tranquilo, llamado serenidad.

Para cuidar el cuerpo, nuestra parte física, no hay nada tan efectivo como cuidar la mente.

Te espero mañana para que conozcas algunas soluciones para controlar el peso de nuestras emociones.


 
 

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