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Como todo en la vida, uno va aprendiendo: a expresarse, a comprender y también a "controlar" las propias emociones y las ajenas. Este último punto sería esencial para mantener una buena salud mental y para rendir más, y en todo sentido, también en la productividad en nuestro trabajo.
Así lo destacó Pablo Berrocal, profesor de Psicología de la Universidad de Málaga, y coordinador de las I Jornadas de Inteligencia Emocional en el Ámbito de la Salud, que se están llevando a cabo en Madrid, España.
Muchas veces habremos oído hablar de "inteligencia emocional", pero quizá no comprendamos bien que se entiende por ella. Según explicó este especialista, la inteligencia emocional es "la capacidad que tenemos todos, en parte por genética y en parte como habilidad para desarrollar, para percibir nuestras emociones y las de los otros, comprenderlas, expresarlas y canalizarlas en nuestro beneficio".
Lograr este dominio sobre nuestras emociones y las de quienes nos rodean mejora la salud mental y física, al tiempo que optimiza, de manera general, la productividad de las empresas, ya que "un trabajador contento quiere ir a trabajar y producir lo más posible".
Sin embargo, éste es un proceso que requiere de tiempo, buena voluntad y dedicación. En cuanto a las empresas, el especialista dijo que es necesario entonces evaluar el nivel de inteligencia emocional del individuo: "Hay que preguntar si expresa bien sus emociones o si las inhibe; si sabe 'capitalizarlas' para potenciar sus aspectos positivos, como la creatividad o la capacidad de decisión, o si por ejemplo, comprende emociones complejas, como los celos o la vergüenza".
El paso siguiente en este proceso de crecimiento y control de nuestras propias emociones es el de aprender "a vivir las emociones" –también las relacionadas con un alto estrés emocional, como las que pueden darse por ejemplo en un servicio de Urgencias– y encontrar, explicó Berrocal, "las habilidades con las que se consigue canalizarlas a positivo".
El especialista también se refirió a los profesionales de la salud y al papel que en ellos puede jugarles las emociones: "deben aprender a comunicar malas noticias, a escuchar al paciente cinco minutos más, ya que está demostrado que esto mejora la relación con él, y en situaciones de estrés, a potenciar los aspectos positivos del trabajo y aceptar lo negativo, si no es evitable", indicó.
En la relación con los demás, lo principal consiste en optimizar las habilidades que nos permiten intuir cómo se sienten otros y "regular las emociones de los demás con lo que hacemos y dejamos de hacer, algo que todos hacemos todos los días de forma involuntaria y generalmente, negativa, logrando generan en los demás lo no buscado".
De acuerdo a este experto, la inteligencia emocional de los profesionales de la sanidad ya es un factor a valorar en la selección de personal en los Estados Unidos y una materia a impartir en los programas de formación y capacitación, ya que manejar habilidades sociales "equivale a disfrutar de mejor salud mental, menos ansiedad y depresión y menos problemas con la gente con la que se desarrolla cada día el trabajo".
Vía Europapress.es
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